Capitulo IV. El Asalto
Final
Caída
la noche ya eran varias las personas que empuñaban rifles y machetes, todos
pintados de rojo, la mayoría jóvenes, venía la división de trabajos, como las
primeras horas de la noche era oscura, dos botes se dirigirán a sitios
desolados del pueblo y esconderse entre matorrales y cocoteros, otro grupo irá a
casas de refugio, cerca del lugar del baile, antes que salga la luna todos
deben estar en el pueblo, dos deben quedar en Mirya, esperando el retorno con las debidas provisiones preparadas,
veremos cómo llegamos los diez en dos cayucos únicamente, dijo el jefe de la misión,
a quien Igua ni Olo conocían pero le tenían total obediencia y respeto.
-Quiero
decirles-, dijo un joven venido de otra comunidad, -que los policías coloniales
celebran hoy una fiesta que ellos llaman carnavales, allá en Panamá, una ciudad
grandísima, todos están celebrando con mucho ron y se ven extravagancias como
hombres vestidos de mujeres, y estos que acá están encuartelados en Dulenega van a querer hacer algo similar
y aprovechar de nuestras hermanas e hijas, ojo, antes del amanecer todos
estarán borrachos y será el momento oportuno para vengarse de ellos-, luego el
jefe de la misión retomó la palabra, -hay que contar cuantos no participan de
la fiesta, a los del cuartel hay que caerles primero y liberar nuestros
hermanos presos, los demás nunca más despertaran de su ebriedad, esta noche no
se pongan celosos de nuestras jóvenes mujeres si se besan con los policías
coloniales, están instruidas y harán todo lo posible para distraerlos, sin
mujeres no se hacen revoluciones, bien distribuidos al primer tiro o plomazo actúen
y rápido, cuando nos respondan y alguno de nosotros es herido, no abandonen
ningún camarada, traten de llevarlos con ustedes y protegerlos como debe ser,
que los ancestros nos acompañen esta noche, a prepararse-, nadie hizo preguntas
y fueron alineándose en los botes y a remos avanzar sigilosamente a la isla
indicada, ya cerca del objetivo final, se escuchaba extraña melodía salido de
un aparato que desconocían y las sombras de hombres no gunas parecían abrazar a
las mujeres y estrecharlos a sus cuerpos, había mucho licor, en el camino un
grupo de aves nocturnas pasaron sobre sus cabezas, parecían salir de la isla para
mudarse a otra presagiando larga noche de combate y sangre.
En
el lado occidental de la comunidad no había casas y estaba poblada de malezas
lo cual facilitó la llegada y la repartición de los combatientes a las casas de
refugio, el comandante rebelde al dividir los grupos, dio instrucciones claras
que Igua y Olo fueran sus inmediatos colaboradores, lo cual llenó de orgullo al
anciano Diobili, ver sus muchachos en posición de avanzada, mientras él esperaría
el regreso de los mismos en el bote para salir lo más pronto de la isla. Antes
del asalto había que informar a los presos, para eso un comunero siguiendo al
pie de la letra las instrucciones fue a provocar al baile queriendo llevar su
hija a la casa, la reacción fue violenta y como era día de fiesta lo llevaron de
inmediato al cuartel donde llegó ensangrentado, luego que lo arrojaron donde
estaban los otros presos, fue anunciando a cada uno de los detenidos que se
prepararan para esta noche de combate, que ocurriría una revolución y entre
todos vieran como agilizaban su liberación para unirse a los demás en el asalto
final.
A
la media noche, ya la luna brillaba en lo alto, la brisa de verano arreciaba haciendo
que las nubes nublara a ratos la luna, era
el momento perfecto para comenzar las acciones, de repente se escuchó el
sonar de un caracol que provenía del lado de la fiesta, un combatiente se hizo
el borracho y haciéndose el payaso alzó el caracol entre los bailarines,
mientras los policías de civil y disfrazados de carnaval se burlaban y reían a
carcajadas del hombre, no se imaginaban que era el aviso para emboscarlos.
Antes de correr con el arma para el asalto al cuartel, Igua se arrodilló y en
segundos se acordó de Nisgua y de sus padres, juró en silencio acabar los más
pronto con los opresores, porque mañana mismo anunciaría y enseguida celebrar durante
la fiesta su boda. Esta vez no había tiempo para muchos pensamientos, ya en
camino oía los sollozos de una joven guna que estaba siendo violada, pero no
tenía instrucciones para disparar aún, por lo que obedeció ciegamente hasta
caer en la arena en posición de combate frente al cuartel. Cinco policías
estaban al cuidado del edificio y a pesar de estar trabajando, también libaban
licor y jugaban barajas, de vez en cuanto miraban a donde estaban los presos,
al rato vino corriendo uno de los uniformados que estaba en la fiesta
anunciando que le habían dicho que los indios los iban a matar esa noche y que
prepararan las armas, no tuvo tiempo para terminar de contar sobre el
alzamiento, el comandante guna se encargó de fusilarlo por la espalda, y de
repente desde diferentes puntos de la isla se escucharon más disparos y se
reinó el caos, había gritos por todos lados, un policía quiso quemar el cuartel
con los presos adentro, lo que provocó la lucha cuerpo a cuerpo, Igua que forcejeaba
con uno de los wagas, sintió que lo
golpeaban con un objeto contundente en la cabeza y al rato no se acordó de más
nada.
Olo
al ver que golpeaban a su amigo, alzó el machete para hundirlo en la anatomía
del agresor y arrastró a su hermano hasta una casa refugio cercano para que lo
atendieran, luego volvió con los liberados al lugar del baile donde estaban la
mayoría de los policías coloniales y la batalla fue más dura de lo que
esperaban, a los que se rendían respetaban sus derechos y lo traían a la mazmorra
que ellos mismos habían construido para mantener a los gunas, los policías lloraban
como niños y pedían clemencia a los revolucionarios. También en el momento del
toque del caracol, las mujeres comenzaron a besar a los policías y a bailar justo
cuando se acababa la música, algunas invitaron a los wagas a ir a la playa para hacerles el amor bajo la luna, era el
plan trazado para llevarlos directamente a donde estaban los rebeldes. Aunque
sin uniformes y sin estar trabajando muchos policías cargaban sus armas de
fuego, lo que dificultó que la acción de liberación fuera rápida.
Al
cabo de una hora Igua se unió de nuevo al combate que se había expandido por
toda la isla, los policías coloniales se habían atrincherado en distintos
sitios, fue en busca de Olo y cerca del muelle le informaron que dos
combatientes estaban muy mal heridos y otros con heridas leves, un frío sudor
recorrió su cuerpo y fue gritando el nombre del amigo, el sería su padrino de
boda, corriendo llegó a la casa del congreso donde se mantenía a la mayoría de
los detenidos, el cuartel ardía y por eso habían trasladado allí a los presos, siguió con el fusil en mano por
toda la comunidad y varias veces cayó al tropezar con cuerpos inertes de policías
coloniales, llegó a donde habían dejado el bote y gritó el nombre del anciano
Diobili, este apareció entre del agua y le dijo que ya habían cumplido con el
deber y tenían que volver urgentemente a casa debido a que Olo lo estaban
llevando moribundo, Igua se cayó al mar llorando desconsoladamente, dijo que no
se iba, que se quedaba hasta el amanecer para ver la cara de cada policía
colonial muerto o encadenado, y si tenía que seguir luchando contra los que andaban
escondidos lo haría en nombre de su amigo y de Nisgua, no creía lo que oía, no
se atrevió a mirar dentro del bote y lo vio alejar hasta desaparecer bajo los destellos
de la luna al amanecer, de nuevo sintió el dolor del golpe recibido en la cabeza,
todo le temblaba y cayó en la arena manchada de sangre, -¡tiene que vivir!-, gritó
a todo pulmón.
Cuando
se despertó, debajo de la hamaca un inaduledi
cantaba para su recuperación, lo habían encontrado desmayado en la playa, aún
dolido se paró y fue directo a la casa del congreso donde había reunión para
hacer el balance de las actividades de anoche y prepararse por si acaso venía
la represalia de parte del gobierno o la policía nacional. En el camino
encontró a varios de sus compañeros celebrando desde temprano con chicha brava
de lo que se conocería como la Revolución Dule. Como era de otra comunidad,
tenía que ir a su pueblo, le consiguieron uno de los mejores botes a vela,
estaba alegre y triste a la vez, entre gritos de guerra fueron despedidos y se
echó a dormir en la embarcación.
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