Capitulo V. La boda
-Igua,
despierta, ya llegamos a casa- le dijo uno de los compañeros, -has dormido toda
la travesía, ¿estás bien? Sintió que le dolía todo el cuerpo y no se podía
levantar por lo que solicitó ayuda, le temblaban los labios, estaba ardiendo en
fiebre. Pudo mirar a duras penas y veía aglomerar la gente del pueblo que le
daban la bienvenida, entre la algarabía algunas mujeres lloraban y eso le ponía
más enfermo hasta el punto que empezó a sollozar, saboreaba a lo interno el
triunfo de la misión encomendada. Hizo un esfuerzo para parar y no pudo, los
amigos gritaron, -traigan la hamaca, Igua está mal-, se oyeron murmullos y
antes que llegaran a buscarlo la primera persona que acercaba al cayuco era
Nisgua, con ojos tristes le extendía la mano y le decía que tenía que mejorar,
que el pueblo ya sabía de la boda de ellos, -¿cómo está Olo?-, preguntó por su
parte, -Bab bi uisi- le contestó
Nisgua, cerró los ojos y se mantuvo callado mientras lo llevaban a casa de su
madre.
Como
algunos otros guerreros llegaron heridos y uno grave, el jefe del pueblo mandó
a cancelar los festejos hasta la mañana siguiente, además el químico del pueblo
decía que la chicha estaría en su punto al amanecer, mandaron a reunir a todos
los curanderos y botánicos de la comunidad, para que atendieran a los heridos y
fueran al bosque en busca de las medicinas requeridas, las mujeres como el día anterior
se unieron en grupo para cocinar a los combatientes y al resto del pueblo, preparar
los medicamentos, había mucho movimiento, llegaban más noticias de los combates
habidos en distintas comunidades y todo indicaba que la Revolución Dule había
triunfado.
Después
de un largo sueño la fiebre había desaparecido, se despertó con el canto del
primer gallo, a su alrededor todo estaba en silencio, sólo se escuchaba el
sonido de leñas crujientes que cocinaba las medicinas y el desayuno, siendo
vecino de Olo se alegró no oír llantos, lo que podía indicar que su amigo
mejoraba, al rato su madre llegó con el medico tradicional para darle las
primeras pócimas que debe tomarlas mirando hacia donde sale el sol o la estrella
del amanecer, -¿madre, como está mi amigo y los demás heridos? preguntó, -tu
amigo pudo abrir los ojos y tomar a duras penas las medicinas, lo que indica
que mejora, así están todos, gracias a baba-
dijo la madre, -¿y tú mi hijo, como te sientes? –Ya me siento mucho mejor, creo
que puedo parar y caminar, más fueron los nervios y el susto que me aparecieron
después de los combates, sabes que a mí no me gusta ver sangre, menos atentar
contra vidas humanas, pero esta vez era por nuestra libertad y felicidad antes
que caer en la esclavitud, gracias madre, desde lo alto seguro mi padre está
orgulloso de mí, acompáñame más tarde a casa de Nisgua y decirle a sus mayores
que nos casamos hoy-.
Ya
con el sol muy por encima del océano, los suwaribed
llamaron a todos los comuneros
acercarse de nuevo a la casa del congreso, como era día especial no era únicamente
para mujeres sino también para los hombres que por tercer día no salían al
monte ni a la pesca, pendientes estaban de los acontecimientos, además había suficiente
comida racionada, el sagla cantó
breve para agradecer al todo poderoso por la salud de los heridos y
combatientes, luego hizo los anuncios esperados, al medio día empezaría la
ceremonia de la chicha, en honor a la Revolución Dule, habrá música y danzas
tradicionales, luego en la tarde sería el matrimonio del joven guerrero Igua
con su novia Nisgua, quienes ya podían sentarse al frente de su hamaca para los
consejos iniciales en onmaggednega y concluir
con la boda tradicional, sin más protocolos los dos jóvenes se acercaron a la
hamaca del sagla, los suwaribed les trajeron las dos sillas, se notaba
felicidad en sus rostros, después de los consejos, se formaron sendas comisiones,
para la fiesta y otra para atender la ceremonia del casamiento.
Justo
cuando hombres y mujeres danzaban el usuyae
en inna nega, alrededor del gandule, dos personas comisionadas se
acercaron al círculo y tomaron de las manos a Igua y Nisgua y los llevaron
cargándolos a la casa vecina donde había una fogata abajo de una hamaca
esperando a los casamenteros y empezar el rito tradicional, en cada baño de
purificación el fuego aumentaba sin lanzar llamas y la algarabía acentuaba
desde Inna Nega, un nuevo amor, una
nueva familia, una nueva vida empezaba para los gunas, en vez de ser negra la
noche, misteriosamente esta vez se mantuvo de rojo oscuro, a duras penas de
entre la multitud apareció Olo, cojeando para abrazar a su amigo y hermano de
lucha, y entre todos festejaron el triunfo de Revolución Dule y el futuro de
una nueva familia guna.
(Autor: ATENCIO LÓPEZ MARTINEZ,
Guna, Abogado, Febrero 2015)
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