Capitulo III. El Canto
Sagrado
Al
amanecer había calma en la comunidad, alguna que una madre o esposa lloraba en
silencio junto al fuego, había en el aire aromas de bebidas recién cocidas,
sabor a maíz y cacao, las mujeres sabían que en varios cayucos más de una
docena de hombres habían partido hacía el peligro, a exponer sus vidas para que
otros hermanos y hermanas también puedan vivir en paz y dignidad, sabían que en
el oeste los policías coloniales estaban cometiendo toda clase de atrocidades, querían
desaparecer la historia y cultura guna, cada semana venían huyendo familias
lejanas contando crueles historias de como los hombres blancos violaban a niñas
y mujeres, les quitaban las ropas tradicionales para ponerles trapos sin
medidas y sin colores de la naturaleza, arrancaban con dolor y sangre abalorios de oro de las narices y orejas, robaban de todo, esas
comunidades estaban viviendo lo mismo que hace cuatrocientos años atrás, cuando
del Atlántico surgieron por vez primera veleros que cambiaron la historia de Abyayala.
Ese
día, Nisgua se levantó tarde, la madre tampoco quiso despertarla más temprano, apreciaba
y acariciaba su larga cabellera, sentía pena por el chico que su hija quería y que
pronto podría ser parte de la familia, a lo lejos los suwaribed venían anunciando a gritos que todas las mujeres fueran a
la Casa de Ibeorgun, que el Sagla estaba por empezar a cantar y elevar
plegarias al todo poderoso, enviar bendiciones y energías a los guerrilleros.
La
joven enamorada, rápidamente perfumó el agua con hojas de biseb, luego del baño se atavió con una de sus más hermosas molas, arregló sus wini de brazos y pies, se pintó el rostro de rojo achiote y en
medio de la nariz una línea negra hecha con tinta de jagua que asemejaba una
culebra, con una sonrisa disimulaba el dolor que sentía por el novio ausente. -Hoy
voy de gala a onmaggednega, para que
me veas de lejos y sientas mi perfume, te acompañaré en pensamientos, espero que
estés a mi lado muy pronto-, dijo en voz baja, mientras una delgada lágrima
nubló sus grandes y oscuros ojos.
Camino
al congreso, pasó donde su amiga Ina, un poco mayor que ella, su confidenta,
esa mañana quería contarle el extraño sueño que había tenido después de la
despedida, rápidamente relató que se vio en medio del río y de repente su bote
fue empujado hacia la mar agitada en plena tormenta, tenía tanto miedo y se
desmayó todavía en sueños, al despertar su bote venía empujado al pueblo sobre lomos
de delfines, -¿qué será? todavía tengo miedo-, dijo Nisgua, -jijiji-, río su
amiga, -niña, eso puede significar que andas enamorada, pronto vas a casar y
tener el primer fruto de ese amor, ¿estás lista amiga? –Aeelaa-, rieron a carcajadas y pusieron las caras serias entrando al
recinto sagrado.
El
sagla empezó cantando sobre la
creación del universo, -el creador ha puesto a cada ser viviente en un sitio y
con un mandato especifico, todos somos hermanos, ya sean animales de océanos, ríos,
bosques, inclusive las plantas e insectos, nadie puede ser esclavo de nadie,
ninguna cultura debe prevalecer sobre la otra, somos iguales ante los ojos de
dios, hasta las hormigas defienden su hábitat, así como las fieras del bosque,
los gunas estamos llamados también a cuidar nuestro territorio, si lo perdemos,
seremos esclavos, mendigos, seres con rostros pero sin espíritu, no podemos
perder nuestra lengua, nuestras costumbres, medicina, bailes y cantos, por eso
vieron ustedes marchar a sus hijos y esposos, claro que nos duele mucho, mañana
sabremos al anochecer los resultados de la misión, mientras tanto mantengamos
en oración y unidos, los sueños de nuestros clarividentes son positivos y hasta
la fermentación de la chicha brava está en su punto.-
Después
del canto sagrado vinieron las palabras del argar,
ya no hubieron lagrimas ni sollozos, tenían que volver a sus casas a atender a
los más pequeños y cocinar para todos y dejar una porción de comida para los
que llegarían desde las trincheras, tal vez cansados o heridos algunos, quien
sabe nos haga sollozar, antes que las mujeres se levantaran de sus puestos, el
jefe desde su hamaca pidió un minuto de atención y dijo, -si babdummad quiere, mañana en la noche
celebraremos el rito de Sele Inna en honor a los guerreros y puede
que hasta haya un matrimonio-, murmullos y carcajadas entre las mujeres y las más
jóvenes se miraron entre sí, Nisgua sin hablar se apoyaba en su amiga Ina, la
nueva mola que cosía y que traía entre manos se le había caído y por segundos
se le nublaba la vista, a los lejos en plena mar pasaba una embarcación movida
por un motor que emitía humo y ruido.
Más
tarde, las mujeres decidieron hacer una olla común, una sola receta, había
suficiente pescado ahumado, carne de iguana, macho de monte y pavas, que por
semanas los trabajadores del campo, hoy convertidos en guerrilleros habían
almacenado, pensaron en todo, que mientras dure la misión a nadie en la isla
debe faltar comida, hasta las más jóvenes se acercaron a avivar la hoguera
común, pero la gran pregunta que se murmuraba era porqué el jefe no había
descifrado el enigma de la supuesta boda, entre los guerreros que partieron al
amanecer habían más de cinco jóvenes solteros y en la aldea quedaban unas diez
chicas sin matrimonio, así que más tarde
se podía nombrar una comisión de mujeres, las más ancianas, para hablar con el
jefe y empezar los preparativos de la celebración del otro día. Caía la noche,
camino a casa, pensativa y triste Nisgua miraba como del otro lado del océano llegaba
una bandada de pelicanos emitiendo graznidos como si trajeran mensajes del
novio y se acomodaban en lo alto de las palmeras, la luna tardaría en aparecer.
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