miércoles, 25 de febrero de 2015

Amores en Ari Nii (Febrero). Capitulo V. La Boda (Final)

Capitulo V. La boda

-Igua, despierta, ya llegamos a casa- le dijo uno de los compañeros, -has dormido toda la travesía, ¿estás bien? Sintió que le dolía todo el cuerpo y no se podía levantar por lo que solicitó ayuda, le temblaban los labios, estaba ardiendo en fiebre. Pudo mirar a duras penas y veía aglomerar la gente del pueblo que le daban la bienvenida, entre la algarabía algunas mujeres lloraban y eso le ponía más enfermo hasta el punto que empezó a sollozar, saboreaba a lo interno el triunfo de la misión encomendada. Hizo un esfuerzo para parar y no pudo, los amigos gritaron, -traigan la hamaca, Igua está mal-, se oyeron murmullos y antes que llegaran a buscarlo la primera persona que acercaba al cayuco era Nisgua, con ojos tristes le extendía la mano y le decía que tenía que mejorar, que el pueblo ya sabía de la boda de ellos, -¿cómo está Olo?-, preguntó por su parte, -Bab bi uisi- le contestó Nisgua, cerró los ojos y se mantuvo callado mientras lo llevaban a casa de su madre.

Como algunos otros guerreros llegaron heridos y uno grave, el jefe del pueblo mandó a cancelar los festejos hasta la mañana siguiente, además el químico del pueblo decía que la chicha estaría en su punto al amanecer, mandaron a reunir a todos los curanderos y botánicos de la comunidad, para que atendieran a los heridos y fueran al bosque en busca de las medicinas requeridas, las mujeres como el día anterior se unieron en grupo para cocinar a los combatientes y al resto del pueblo, preparar los medicamentos, había mucho movimiento, llegaban más noticias de los combates habidos en distintas comunidades y todo indicaba que la Revolución Dule había triunfado.

Después de un largo sueño la fiebre había desaparecido, se despertó con el canto del primer gallo, a su alrededor todo estaba en silencio, sólo se escuchaba el sonido de leñas crujientes que cocinaba las medicinas y el desayuno, siendo vecino de Olo se alegró no oír llantos, lo que podía indicar que su amigo mejoraba, al rato su madre llegó con el medico tradicional para darle las primeras pócimas que debe tomarlas mirando hacia donde sale el sol o la estrella del amanecer, -¿madre, como está mi amigo y los demás heridos? preguntó, -tu amigo pudo abrir los ojos y tomar a duras penas las medicinas, lo que indica que mejora, así están todos, gracias a baba- dijo la madre, -¿y tú mi hijo, como te sientes? –Ya me siento mucho mejor, creo que puedo parar y caminar, más fueron los nervios y el susto que me aparecieron después de los combates, sabes que a mí no me gusta ver sangre, menos atentar contra vidas humanas, pero esta vez era por nuestra libertad y felicidad antes que caer en la esclavitud, gracias madre, desde lo alto seguro mi padre está orgulloso de mí, acompáñame más tarde a casa de Nisgua y decirle a sus mayores que nos casamos hoy-.

Ya con el sol muy por encima del océano, los suwaribed  llamaron a todos los comuneros acercarse de nuevo a la casa del congreso, como era día especial no era únicamente para mujeres sino también para los hombres que por tercer día no salían al monte ni a la pesca, pendientes estaban de los acontecimientos, además había suficiente comida racionada, el sagla cantó breve para agradecer al todo poderoso por la salud de los heridos y combatientes, luego hizo los anuncios esperados, al medio día empezaría la ceremonia de la chicha, en honor a la Revolución Dule, habrá música y danzas tradicionales, luego en la tarde sería el matrimonio del joven guerrero Igua con su novia Nisgua, quienes ya podían sentarse al frente de su hamaca para los consejos iniciales en onmaggednega y concluir con la boda tradicional, sin más protocolos los dos jóvenes se acercaron a la hamaca del sagla, los suwaribed  les trajeron las dos sillas, se notaba felicidad en sus rostros, después de los consejos, se formaron sendas comisiones, para la fiesta y otra para atender la ceremonia del casamiento.

Justo cuando hombres y mujeres danzaban el usuyae en inna nega, alrededor del gandule, dos personas comisionadas se acercaron al círculo y tomaron de las manos a Igua y Nisgua y los llevaron cargándolos a la casa vecina donde había una fogata abajo de una hamaca esperando a los casamenteros y empezar el rito tradicional, en cada baño de purificación el fuego aumentaba sin lanzar llamas y la algarabía acentuaba desde Inna Nega, un nuevo amor, una nueva familia, una nueva vida empezaba para los gunas, en vez de ser negra la noche, misteriosamente esta vez se mantuvo de rojo oscuro, a duras penas de entre la multitud apareció Olo, cojeando para abrazar a su amigo y hermano de lucha, y entre todos festejaron el triunfo de Revolución Dule y el futuro de una nueva familia guna.


(Autor: ATENCIO LÓPEZ MARTINEZ, Guna, Abogado, Febrero 2015)

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