martes, 24 de febrero de 2015

Amores en Arinii (Febrero). Capitulo 4. El Asalto Final

Capitulo IV. El Asalto Final

Caída la noche ya eran varias las personas que empuñaban rifles y machetes, todos pintados de rojo, la mayoría jóvenes, venía la división de trabajos, como las primeras horas de la noche era oscura, dos botes se dirigirán a sitios desolados del pueblo y esconderse entre matorrales y cocoteros, otro grupo irá a casas de refugio, cerca del lugar del baile, antes que salga la luna todos deben estar en el pueblo, dos deben quedar en Mirya, esperando el retorno con las debidas provisiones preparadas, veremos cómo llegamos los diez en dos cayucos únicamente, dijo el jefe de la misión, a quien Igua ni Olo conocían pero le tenían total obediencia y respeto.

-Quiero decirles-, dijo un joven venido de otra comunidad, -que los policías coloniales celebran hoy una fiesta que ellos llaman carnavales, allá en Panamá, una ciudad grandísima, todos están celebrando con mucho ron y se ven extravagancias como hombres vestidos de mujeres, y estos que acá están encuartelados en Dulenega van a querer hacer algo similar y aprovechar de nuestras hermanas e hijas, ojo, antes del amanecer todos estarán borrachos y será el momento oportuno para vengarse de ellos-, luego el jefe de la misión retomó la palabra, -hay que contar cuantos no participan de la fiesta, a los del cuartel hay que caerles primero y liberar nuestros hermanos presos, los demás nunca más despertaran de su ebriedad, esta noche no se pongan celosos de nuestras jóvenes mujeres si se besan con los policías coloniales, están instruidas y harán todo lo posible para distraerlos, sin mujeres no se hacen revoluciones, bien distribuidos al primer tiro o plomazo actúen y rápido, cuando nos respondan y alguno de nosotros es herido, no abandonen ningún camarada, traten de llevarlos con ustedes y protegerlos como debe ser, que los ancestros nos acompañen esta noche, a prepararse-, nadie hizo preguntas y fueron alineándose en los botes y a remos avanzar sigilosamente a la isla indicada, ya cerca del objetivo final, se escuchaba extraña melodía salido de un aparato que desconocían y las sombras de hombres no gunas parecían abrazar a las mujeres y estrecharlos a sus cuerpos, había mucho licor, en el camino un grupo de aves nocturnas pasaron sobre sus cabezas, parecían salir de la isla para mudarse a otra presagiando larga noche de combate y sangre.

En el lado occidental de la comunidad no había casas y estaba poblada de malezas lo cual facilitó la llegada y la repartición de los combatientes a las casas de refugio, el comandante rebelde al dividir los grupos, dio instrucciones claras que Igua y Olo fueran sus inmediatos colaboradores, lo cual llenó de orgullo al anciano Diobili, ver sus muchachos en posición de avanzada, mientras él esperaría el regreso de los mismos en el bote para salir lo más pronto de la isla. Antes del asalto había que informar a los presos, para eso un comunero siguiendo al pie de la letra las instrucciones fue a provocar al baile queriendo llevar su hija a la casa, la reacción fue violenta y como era día de fiesta lo llevaron de inmediato al cuartel donde llegó ensangrentado, luego que lo arrojaron donde estaban los otros presos, fue anunciando a cada uno de los detenidos que se prepararan para esta noche de combate, que ocurriría una revolución y entre todos vieran como agilizaban su liberación para unirse a los demás en el asalto final.

A la media noche, ya la luna brillaba en lo alto, la brisa de verano arreciaba haciendo que las nubes nublara a ratos la luna, era  el momento perfecto para comenzar las acciones, de repente se escuchó el sonar de un caracol que provenía del lado de la fiesta, un combatiente se hizo el borracho y haciéndose el payaso alzó el caracol entre los bailarines, mientras los policías de civil y disfrazados de carnaval se burlaban y reían a carcajadas del hombre, no se imaginaban que era el aviso para emboscarlos. Antes de correr con el arma para el asalto al cuartel, Igua se arrodilló y en segundos se acordó de Nisgua y de sus padres, juró en silencio acabar los más pronto con los opresores, porque mañana mismo anunciaría y enseguida celebrar durante la fiesta su boda. Esta vez no había tiempo para muchos pensamientos, ya en camino oía los sollozos de una joven guna que estaba siendo violada, pero no tenía instrucciones para disparar aún, por lo que obedeció ciegamente hasta caer en la arena en posición de combate frente al cuartel. Cinco policías estaban al cuidado del edificio y a pesar de estar trabajando, también libaban licor y jugaban barajas, de vez en cuanto miraban a donde estaban los presos, al rato vino corriendo uno de los uniformados que estaba en la fiesta anunciando que le habían dicho que los indios los iban a matar esa noche y que prepararan las armas, no tuvo tiempo para terminar de contar sobre el alzamiento, el comandante guna se encargó de fusilarlo por la espalda, y de repente desde diferentes puntos de la isla se escucharon más disparos y se reinó el caos, había gritos por todos lados, un policía quiso quemar el cuartel con los presos adentro, lo que provocó la lucha cuerpo a cuerpo, Igua que forcejeaba con uno de los wagas, sintió que lo golpeaban con un objeto contundente en la cabeza y al rato no se acordó de más nada.

Olo al ver que golpeaban a su amigo, alzó el machete para hundirlo en la anatomía del agresor y arrastró a su hermano hasta una casa refugio cercano para que lo atendieran, luego volvió con los liberados al lugar del baile donde estaban la mayoría de los policías coloniales y la batalla fue más dura de lo que esperaban, a los que se rendían respetaban sus derechos y lo traían a la mazmorra que ellos mismos habían construido para mantener a los gunas, los policías lloraban como niños y pedían clemencia a los revolucionarios. También en el momento del toque del caracol, las mujeres comenzaron a besar a los policías y a bailar justo cuando se acababa la música, algunas invitaron a los wagas a ir a la playa para hacerles el amor bajo la luna, era el plan trazado para llevarlos directamente a donde estaban los rebeldes. Aunque sin uniformes y sin estar trabajando muchos policías cargaban sus armas de fuego, lo que dificultó que la acción de liberación fuera rápida.

Al cabo de una hora Igua se unió de nuevo al combate que se había expandido por toda la isla, los policías coloniales se habían atrincherado en distintos sitios, fue en busca de Olo y cerca del muelle le informaron que dos combatientes estaban muy mal heridos y otros con heridas leves, un frío sudor recorrió su cuerpo y fue gritando el nombre del amigo, el sería su padrino de boda, corriendo llegó a la casa del congreso donde se mantenía a la mayoría de los detenidos, el cuartel ardía y por eso habían trasladado allí a  los presos, siguió con el fusil en mano por toda la comunidad y varias veces cayó al tropezar con cuerpos inertes de policías coloniales, llegó a donde habían dejado el bote y gritó el nombre del anciano Diobili, este apareció entre del agua y le dijo que ya habían cumplido con el deber y tenían que volver urgentemente a casa debido a que Olo lo estaban llevando moribundo, Igua se cayó al mar llorando desconsoladamente, dijo que no se iba, que se quedaba hasta el amanecer para ver la cara de cada policía colonial muerto o encadenado, y si tenía que seguir luchando contra los que andaban escondidos lo haría en nombre de su amigo y de Nisgua, no creía lo que oía, no se atrevió a mirar dentro del bote y lo vio alejar hasta desaparecer bajo los destellos de la luna al amanecer, de nuevo sintió el dolor del golpe recibido en la cabeza, todo le temblaba y cayó en la arena manchada de sangre, -¡tiene que vivir!-, gritó a todo pulmón.

Cuando se despertó, debajo de la hamaca un inaduledi cantaba para su recuperación, lo habían encontrado desmayado en la playa, aún dolido se paró y fue directo a la casa del congreso donde había reunión para hacer el balance de las actividades de anoche y prepararse por si acaso venía la represalia de parte del gobierno o la policía nacional. En el camino encontró a varios de sus compañeros celebrando desde temprano con chicha brava de lo que se conocería como la Revolución Dule. Como era de otra comunidad, tenía que ir a su pueblo, le consiguieron uno de los mejores botes a vela, estaba alegre y triste a la vez, entre gritos de guerra fueron despedidos y se echó a dormir en la embarcación.


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