La noticia de que Nicaragua el 6 de mayo de 2010, a través de su Asamblea Nacional haya ratificado el Convenio No. 169 “Sobre pueblos indígenas y tribales en los países independientes”, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) es muy positiva, porque después de 21 años de haberse adoptado ese convenio por los Estados en Ginebra, la lucha continua por sumar más países, cuatro son de Centro América, además del último lo han hecho anteriormente Costa Rica (1993), Honduras (1995), Guatemala (1996), faltarían por ratificar El Salvador y Panamá, donde rige todavía el Convenio No. 107 de 1957.
De la veintena de los países que han ratificado el Convenio 169, la mayoría es del continente americano: México (1990), Colombia y Bolivia (1991), Paraguay (1993), Perú (1994), Ecuador (1998), Argentina (2000), Brasil, República Bolivariana de Venezuela y Dominica (2002), y Chile (2008).
Como bien se conoce, el Convenio 169 ha sido la bandera de lucha del movimiento y pueblos indígenas en la reivindicación de sus derechos, por lo que la OIT aceptó que en muchas partes del mundo estos pueblos no gozaban de los derechos humanos fundamentales en el mismo grado que el resto de la población, reconociendo sus aspiraciones a asumir el control de sus propias instituciones, de su forma de vida y de su desarrollo económico.
Es importante destacar que el Convenio 169 se negoció, en sus comienzos, a la par de lo que actualmente es la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas (adoptado por la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2007), y estos dos instrumentos internacionales forman el cuerpo de normas jurídicas más importantes en la protección de los derechos indígenas.
La única diferencia entre ambos es la participación indígena en las negociaciones. Para el Convenio 169, la voz cantante lo tuvieron los sindicatos, representantes de las empresas privadas y los del gobierno, donde la participación indígena fue muy escasa, pero se mantuvo un lobby intenso con las comisiones tripartitas de los países como en los pasillos del Palacio de las Naciones en Ginebra con propuestas concretas que al final algunos se tomaron en cuenta, por lo que aún no conformes con la totalidad del documento se vio como un avance importante.
Teniendo las lecciones aprendidas con la adopción de ese Convenio, las negociaciones (por más de 20 años) de la Declaración de la ONU, los actores principales tanto en Ginebra como en Nueva York y otras partes del mundo, donde se trasladaban las negociaciones, fue en su mayoría representantes de los mismos pueblos indígenas y con ella la diplomacia indígena llegaba a su cúspide.
Durante las negociaciones algunos estados estuvieron muy “tratables” y defendieron los derechos indígenas ante sus colegas del mundo hasta llorar, pero al momento de ratificarlo como ley nacional dejaron a un lado todo el derroche de palabras y negaron adoptarlo, como ocurre en el caso de Panamá donde la derecha como centro izquierda (¿?) tienen el mismo argumento desde los comienzos de los años `90 del siglo pasado y niegan su ratificación.
En países como Panamá, el movimiento indígena tiene doble reto, la adopción del Convenio 169 y de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas.
Mientras tanto, aún seguimos en pie de guerra.
1 comentario:
Gracias por la información, excelente algo más que voy agregar a mi tesis... Sólo un detalle, de los países Centroamericanos que faltan por ratificar el convenio, se encuentra también Bélice (OIT, 2007: 65)... Al menos que me equivoque...
Publicar un comentario