(Reflexiones de mi
paso por Guatemala)
Después de 30 años y haber gobernado como sátrapa y cometido crímenes de
lesa humanidad, el General Efraín Ríos Montt se ha burlado y huido de la
justicia como político, “religioso” y cobarde, pero al final está sentado en el
banquillo de acusados y el mundo mira de reojo a la justicia guatemalteca para que
haga su trabajo y mande al otrora dictador a pasar el resto de sus días
encerrado en un calabozo.
La guerra sucia en Centroamérica y sobre todo en Guatemala, desde los
años cincuenta hasta los ochenta del siglo pasado fue impulsado por los Estados
Unidos de Norteamérica lo que trajo también la segunda masacre más grande de
pueblos indígenas después de la colonización de hace 500 años.
Los testimonios de los testigos que están pasando por la sala de
audiencias de la Corte Suprema de Justicia son desgarrantes, más de la mitad de
Guatemala tiene algo que decir y denunciar, por más que el militar ponga
audífonos al oído para no escuchar, ya se sabe que su condena es solo cuestión
de días.
Quiero compartir la experiencia de lo vivido en Guatemala después de esos
tristes años de 1982 y 1983.
En las elecciones de noviembre de 1995, llegué en calidad de observador y
miembro de la Misión de Observación de la Organización de Estados Americanos
(OEA) y me tocó cubrir el nor-occidente de Guatemala específicamente el
Departamento de Huehuetenango.
En vísperas del día de Todos Los Santos vi al monstruo de cerca, estuve
en el cierre de campaña del partido Frente Republicano Guatemalteco (FRG) cerca
de la plaza principal de Huehue, el General hablaba de él y de su delfín
Alfonso Portillo (hoy encarcelado) que se postulaba a las elecciones
presidenciales, gritaba un discurso candente mezclado con oraciones
pentecostales y demagogia barata.
Al final del acto se acercó motivado donde estaban los observadores
internacionales (yo con el chaleco de la OEA) y uno de los asistentes nos
invitaba a una cena, a la cual no fuimos claro está, y antes que me diera la
mano fui perdiendo entre la multitud en dirección donde el ambiente era más
festivo y las marimbas anunciaban las serenatas huehuetecas.
Acercando el día de las elecciones, tomé último descanso en el pueblo de
Todos Los Santos y me dirigí hacía Santa Cruz Barillas, desde donde estaría
monitoreando las elecciones de la región, subiendo las montañas encontré un
paraíso llamado la Sierra de Cuchumatanes, sin embargo mi primera impresión fue
que alguna bomba mortal había caído en el área, se veían las huellas de la
guerra sucia llamada “tierra arrasada”, donde los militares a comienzos de 1980
mandaban a quemar extensiones de bosques con el pretexto de buscar la guerrilla
y sus “colaboradores” y quemarlos vivos.
Como conocía la historia de las masacres, en vez de cubrir las elecciones
iba en busca también de esas huellas, lo que me decían la gente San Idelfonso
Ixtahuacan, Aguacatan, Santa Eulalia y otros sobre lo que vivieron durante las
dictaduras militares me hacía pasar las noches en vela. En esas elecciones ganó
el Partido de Avanzada Nacional (PAN)
con Alvaro Arzú presidente y el FRG de segundo.
Posterior a los sufragios me quedé como voluntario de la Misión de
Verificación de las Naciones Unidas en Guatemala (MINUGUA), a pesar de recorrer
todo el país me radiqué en la ciudad de Santa Cruz del Quiché, por lo cual mi
radio de acción de trabajo llegaba hasta el Triángulo de Ixil (Nebaj, San Juan
Cotzal y Chajul), primero se llega a Nebaj antes de adentrarse hacía la selva y
demás comunidades de los Ixil (otra maravilla de la naturaleza), fue ahí donde
vi los rastros más recientes del genocidio en sitios que en su momento llamaron
“aldeas modelos”.
Durante los gobiernos de los generales Oscar Mejía Vitores y Ríos Montt,
el ejército creo las aldeas modelos, que eran campos de concentración al estilo
de los nazis en la segunda guerra mundial, donde supuestamente se reunía a
indígenas y campesinos que habían huido de la guerrilla y quedaban bajo “la
protección de los militares”, pero es ahí donde se dieron los mayores
asesinatos colectivos de niños, mujeres y hombres, inocentes y humildes, donde
se implementó la guerra de la tierra arrasada, donde los militares amenazaban a
los sobrevivientes con asesinarlos si no se trasladaban a esas aldeas bajo
control militar y después cumplían fielmente las órdenes venidas del escritorio
de Ríos Montt.
Después de haber recorrido esos lugares y haber visto las huellas de la
barbarie de Ríos Montt, me llena de coraje pensar como a ese hombre no le han
pasado la factura al mejor estilo gansteril, por lo que esperamos ahora que la
justicia guatemalteca honre su trabajo en nombre de todos los pueblos indígenas
de Guatemala y el Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario