Con
amplias sonrisas en los labios muchos Gunas escucharon las palabras del
presidente panameño Ricardo Martinelli anunciar que destinará 200 millones de dólares para ampliar
la red eléctrica de Panamá en vez "de meternos a hacer una línea con
Colombia que tiene problemas ambientales, y para la que no tenemos los
recursos", lo hizo durante un foro empresarial previo a la asamblea del
Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que desarrolló la segunda semana de
marzo del presente año.
Hace más
de 5 años se comunicó a voz en cuello por el gobierno de turno la conexión eléctrica entre Colombia y Panamá con un costo de 500 millones de dólares, una capacidad de
300 megavatios de energía y una longitud de 614 kilómetros, se anunció también
que un tramo submarino de la línea de transmisión pasaría por los mares de la
Comarca Gunayala y otro por los bosques del área de Muladub de la misma región.
Desde ese
momento la máxima autoridad del pueblo Guna mantuvo su postura de no negociar
ni conceder un ápice del territorio guna a los intereses monopolistas de capitales extranjeros que su prioridad en nada contribuirían al desarrollo de
nuestra autonomía, además que no se conocía ni se tenía acceso a los estudios de
impacto ambiental.
Ante la
postura de las autoridades gunas, los dos últimos gobiernos han hecho toda
clase de lobby con el Congreso General Guna, hubo involucramiento de políticos
y diputados para presionar a nuestros representantes y de manera solapada hasta
amenazas de militarización.
Por su lado, en 2011 la Corte Constitucional de Colombia ordenó mediante
sentencia la suspensión temporal del proyecto de interconexión eléctrica entre
Colombia y Panamá y de la explotación de oro en Acandí, Chocó, por la violación
de los derechos fundamentales de los indígenas Emberá-Katíos. Después de que la
Corte negara una tutela interpuesta por los indígenas, argumentando que el
interés general primaba sobre el de un pueblo, encontró que la comunidad no había
sido consultada en ninguno de esos megaproyectos.
Mientras tanto en Panamá cansados de la “terquedad guna”,
comenzaron a negociar con nuestros hermanos emberás para que las torres pasaran
por sus territorios ofreciéndoles toda clase de prebendas, pero eso les hacía cambiar planes y presupuestos ya trazados, por lo que comenzó a debilitarse la propuesta de la obra.
Como vemos ahora, no se va a llevar a cabo el megaproyecto
que debía terminar en 2014, como dicen ambos gobiernos y las empresas
encargadas de la misma “se pospone su ejecución”.
Sobre lo narrado, al fin y al cabo hay que darles merito de parar ese megaproyecto a los primeros defensores de la Madre Tierra, los
pueblos indígenas, tomando en cuenta que los megavatios generados desde ríos colombianos
saben y huelen a sangre indígena. Que digan que esto no es maldición indígena es porque no están viviendo la realidad de nuestras luchas.
Hemos avanzado, la lucha continua.
2 comentarios:
Un excelente articulo y bien resumido
Gran pueblo !!!
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