lunes, 25 de marzo de 2013

RIOS MONTT: JUICIO POR GENOCIDIO, LA CONDENA TARDÍA


(Reflexiones de mi paso por Guatemala)

Después de 30 años y haber gobernado como sátrapa y cometido crímenes de lesa humanidad, el General Efraín Ríos Montt se ha burlado y huido de la justicia como político, “religioso” y cobarde, pero al final está sentado en el banquillo de acusados y el mundo mira de reojo a la justicia guatemalteca para que haga su trabajo y mande al otrora dictador a pasar el resto de sus días encerrado en un calabozo.

La guerra sucia en Centroamérica y sobre todo en Guatemala, desde los años cincuenta hasta los ochenta del siglo pasado fue impulsado por los Estados Unidos de Norteamérica lo que trajo también la segunda masacre más grande de pueblos indígenas después de la colonización de hace 500 años.

Los testimonios de los testigos que están pasando por la sala de audiencias de la Corte Suprema de Justicia son desgarrantes, más de la mitad de Guatemala tiene algo que decir y denunciar, por más que el militar ponga audífonos al oído para no escuchar, ya se sabe que su condena es solo cuestión de días.

Quiero compartir la experiencia de lo vivido en Guatemala después de esos tristes años de 1982 y 1983.

En las elecciones de noviembre de 1995, llegué en calidad de observador y miembro de la Misión de Observación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y me tocó cubrir el nor-occidente de Guatemala específicamente el Departamento de Huehuetenango.

En vísperas del día de Todos Los Santos vi al monstruo de cerca, estuve en el cierre de campaña del partido Frente Republicano Guatemalteco (FRG) cerca de la plaza principal de Huehue, el General hablaba de él y de su delfín Alfonso Portillo (hoy encarcelado) que se postulaba a las elecciones presidenciales, gritaba un discurso candente mezclado con oraciones pentecostales y demagogia barata.

Al final del acto se acercó motivado donde estaban los observadores internacionales (yo con el chaleco de la OEA) y uno de los asistentes nos invitaba a una cena, a la cual no fuimos claro está, y antes que me diera la mano fui perdiendo entre la multitud en dirección donde el ambiente era más festivo y las marimbas anunciaban las serenatas huehuetecas.

Acercando el día de las elecciones, tomé último descanso en el pueblo de Todos Los Santos y me dirigí hacía Santa Cruz Barillas, desde donde estaría monitoreando las elecciones de la región, subiendo las montañas encontré un paraíso llamado la Sierra de Cuchumatanes, sin embargo mi primera impresión fue que alguna bomba mortal había caído en el área, se veían las huellas de la guerra sucia llamada “tierra arrasada”, donde los militares a comienzos de 1980 mandaban a quemar extensiones de bosques con el pretexto de buscar la guerrilla y sus “colaboradores” y quemarlos vivos.

Como conocía la historia de las masacres, en vez de cubrir las elecciones iba en busca también de esas huellas, lo que me decían la gente San Idelfonso Ixtahuacan, Aguacatan, Santa Eulalia y otros sobre lo que vivieron durante las dictaduras militares me hacía pasar las noches en vela. En esas elecciones ganó el  Partido de Avanzada Nacional (PAN) con Alvaro Arzú presidente y el FRG de segundo.

Posterior a los sufragios me quedé como voluntario de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Guatemala (MINUGUA), a pesar de recorrer todo el país me radiqué en la ciudad de Santa Cruz del Quiché, por lo cual mi radio de acción de trabajo llegaba hasta el Triángulo de Ixil (Nebaj, San Juan Cotzal y Chajul), primero se llega a Nebaj antes de adentrarse hacía la selva y demás comunidades de los Ixil (otra maravilla de la naturaleza), fue ahí donde vi los rastros más recientes del genocidio en sitios que en su momento llamaron “aldeas modelos”.

Durante los gobiernos de los generales Oscar Mejía Vitores y Ríos Montt, el ejército creo las aldeas modelos, que eran campos de concentración al estilo de los nazis en la segunda guerra mundial, donde supuestamente se reunía a indígenas y campesinos que habían huido de la guerrilla y quedaban bajo “la protección de los militares”, pero es ahí donde se dieron los mayores asesinatos colectivos de niños, mujeres y hombres, inocentes y humildes, donde se implementó la guerra de la tierra arrasada, donde los militares amenazaban a los sobrevivientes con asesinarlos si no se trasladaban a esas aldeas bajo control militar y después cumplían fielmente las órdenes venidas del escritorio de Ríos Montt.

Después de haber recorrido esos lugares y haber visto las huellas de la barbarie de Ríos Montt, me llena de coraje pensar como a ese hombre no le han pasado la factura al mejor estilo gansteril, por lo que esperamos ahora que la justicia guatemalteca honre su trabajo en nombre de todos los pueblos indígenas de Guatemala y el Mundo.




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