jueves, 19 de agosto de 2010

Valentín Palacio, el cuento mal redactado

Con suma preocupación vemos como el hermano Ngäbe Valentín Palacio, no siendo actor de telenovelas su atemorizado rostro está en todos los medios nacionales y todos quieren opinar sobre la supuesta “desaparición”, que ya se está convirtiendo en la cortina de humo para desviar las verdaderas investigaciones de la cruel represión habida en Changuinola, Bocas del Toro a comienzos de julio de 2010.

Nadie duda que se le están violando sus derechos humanos al mantenerlo como cobaya, como en el mejor de los cuentos de horror, aislado en público, sin hacer declaraciones a los medios de manera voluntaria y sin contar con asistencia legal privada, verdaderas acciones de una persecución que no sabemos con qué intención, contra un pobre hombre o valiente ciudadano que no quiso quedar en casa cuando sus hermanos se lanzaban a las calles en contra de una Ley que la mayoría de los panameños rechazan.

Alguien está mintiendo y tratar de ocultar la verdad y esa verdad no tiene precio sino rostro indígena, que se convierte en el temor de los gobernantes, un fantasma que no tiene cien años sino más de 500, que ni las conquistas ni dictaduras ni democracias lo han podido exterminar, muy al contrario han tenido que sucumbir muchas veces ante su tozudez y valentía y en el mejor de los casos convivir con aquellos “miserables”.

Un solo hombre puede tener desagracias y miseria pero unidos entre todos coraje, como son los pueblos indígenas que ya fue anunciado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana a finales del siglo pasado, que estos iban a despertar y hacer revolucionar el panorama político del continente en los primeros 10 años del Siglo XXI, cansados de llevar a cuestas una pobreza que se lo impusieron con sangre y libertad que no aparecía en sus vocablos por tenerlo por naturaleza y tomando en cuenta que la época de la esclavitud ya pasó, aun habiendo resabios.

Por lo tanto, lo que ocurre con Valentín se debe ver como la continuación de una persecución contra los pueblos indígenas, que en el mejor de los actos, debería ser el aldabonazo que llame a las puertas del gobierno para que actúen de la mejor forma reparando los daños y sentarse en una mesa de negociaciones, antes de provocar actos que después lo pagan los menos beneficiados de las campañas políticas, antes, durante y después de un gobierno.

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